La falta de consistencia en el desempeño de los equipos es una preocupación creciente en nuestra liga deportiva. Los partidos se han convertido en un ejercicio de resistencia, con estrategias defensivas que ahogan la emoción y limitan las oportunidades de gol. Es desalentador ver cómo los extranjeros, que deberían aportar calidad y dinamismo, apenas logran destacar.
El ritmo del fútbol se ha vuelto lento y predecible, carente de la chispa que solía caracterizarlo. Los técnicos, en lugar de buscar la excelencia en el juego, parecen obsesionados con evitar la derrota a toda costa. Se han olvidado de que los aficionados pagan por espectáculo, por ver jugadas emocionantes y goles, no por presenciar un intercambio insulso de empates y partidos sin goles. Cuando hay partidos con goleadas, los protagosnistas son los árbitros, o los jugadores carecen de ganas, ya sea por falta de motivación o porque han de estar pensando que no les han pagado o les deben una fortuna prometida y no cumplida.
Es alarmante ver cómo se reprime la creatividad de los jugadores. Aquellos que intentan innovar, jugar rápido o buscar la verticalidad son reprendidos en lugar de celebrados. Esta mentalidad conservadora está sofocando el talento y la frescura del juego.
El arbitraje es otro aspecto que deja mucho que desear. Errores constantes, interpretaciones dudosas y la ausencia de tecnología como el VAR solo agravan la situación. Los aficionados merecen un arbitraje justo y preciso que no condicione el resultado de los partidos, o que decida quien debe ganar.
Incluso entre nosotros, los periodistas deportivos, la calidad de la información ha decaído. Preguntas triviales y respuestas cliché dominan las conferencias de prensa, perpetuando la mediocridad en el análisis y la cobertura del deporte. A veces pecamos intentando dar primicias que lo que hacen es provocar desenlaces peores.
Aquellos que intentan innovar, jugar rápido o buscar la verticalidad son reprendidos en lugar de celebrados.
Es hora de un cambio. Los equipos deben recuperar su valentía y su ambición de jugar un fútbol atractivo y ofensivo. Los técnicos deben dejar de lado el miedo al fracaso y apostar por la creatividad y la audacia. El arbitraje necesita modernizarse y adaptarse a las demandas del juego contemporáneo. Y nosotros, los periodistas, debemos elevar el nivel de nuestro trabajo, exigiendo más de los protagonistas y ofreciendo una cobertura más profunda y perspicaz.
Solo así podremos devolverle la emoción y la magia al fútbol de nuestra liga, que se dice ser las más cara de Centroamérica. Lo peor, es que nuestra selección se refleja en todo esto.